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Hoy estoy con los mis quintos
con los que cumplimos años
¿los rapaces de cincuenta?
exagero no son tantos
con los que antaño nacimos
en un pueblo castellano.
Con Carmen y con Pilar
con Agustina y Alfredo
con Javi y con Ascensión
con Luis y todos enteros.

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Por cierto que falta uno
este es el rapaz Nemesio.
Pasado ya medio siglo
estamos en Villorejo
reunidos con Don Faustino
el Párroco de aquel tiempo.

A mi memoria me vienen
muchos y gratos recuerdos
nos enseñó el catecismo
con ganas y con esmero
más ganas Él, que nosotros
por supuesto ¿verdad Alfredo?

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También nos traía a raya
¿verdad, Luis, Javi , Nemesio?
sobre todo cuando andábamos
más bien pillados de tiempo
¿para ir a catequesis?
No, para hacer el gamberro.
Pero ya veis como pasa
y como transcurre el tiempo
las chicas más modositas
pasaban como en silencio.

Nosotros “que os voy a decir”
como potrillos sin freno
rompíamos las bombillas
de una pedrada o de ciento.
Y el alcalde ¿quién ha sido?
nadie levantaba el dedo.
Oiga que han sido las chicas
Angel Mari vete al cuerno.

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Y si los carros hablaran
y los gatos y los perros
los pájaros nos temían
nos tenían miedo los viejos.
más era la idiosincrasia
la idiosincrasia de un pueblo
de un pueblo que añoramos
que se llama Villorejo.
Y es que como dijera aquel
Yo también nací en el cincuenta y seis.

POETA: Angel Mari.

Componentes:
Pilar Delgado Tf.665489901
Nemesio Fuente (ausente) Tf.655586013
Javier Mata Tf. 947241341
Ascensión López Tf.679247620
Luis Miguel Gómez Tf.618629820
Agustina Pérez Tf.947470030
Alfredo Ruiz Tf.947190264
Carmen Fuente Tf.630175704
Ángel María Olmos Tf.607144142

Sobrevivir

Fuimos la generación de la «espera»; nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando.
Teníamos que hacer «dos horas de digestión» para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para
poder descansar, nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, los
dolores se curaban esperando.
Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos:
Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin airbag, hacíamos viajes de 10-12 h.
con cinco personas en un 600 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños.
Andábamos en bicicleta sin casco, hacíamos auto-stop, más tarde en moto, sin papeles.
Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Jugábamos a ver quien era el más bestia.
Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y, sólo entonces, descubríamos que
habíamos olvidado los frenos.
Jugábamos a «churro va» y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces
de la calle.
Nadie podía localizarnos. No había móviles.
Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables.
Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se
curaban con mercromina y unos puntos.
Nadie a quién culpar, sólo a nosotros mismos.
Tuvimos peleas y nos «esmorramos» unos a otros y aprendimos a superarlo.
Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber y nadie se contagió de nada.
Nos contagiábamos los piojos en el cole y nuestras madres lo arreglaban lavándonos la cabeza con
vinagre caliente.
Quedábamos con los amigos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos
encontrábamos y jugábamos a las chapas, a coger, al rescate, a la taba…, en fin, tecnología punta.
Íbamos en bici o andando hasta casa de los amigos y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense!, sin pedir
permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡Sin ningún responsable! ¿Cómo lo
conseguimos?
Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de fútbol.
Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo.
Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la «escopeta de perdigones», antes de ser mayores de edad y
sin adultos, ¡¡DIOS MÍO!!
En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos y los que no lo hacían, tuvieron
que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repetían
curso… ¡Qué horror, no inventaban exámenes extra!
Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.
No nos extrañe que ahora los niños sean de otra manera … Si tú eres de los de antes y sigues en la
brecha… ¡ Enhorabuena!

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