Hace unos días tuve la gran satisfacción de recibir en mi casa a Alberto. Vino con parte de su familia y el amigo de San Sadurní al que muchos conocéis porque va con cierta frecuencia a Villorejo. Me cuentan que se conocieron en la mili y desde entonces mantienen una gran amistad. Y así, como quien no quiere la cosa, Alberto me suelta: “Nosotros tuvimos parte en el golpe del 23 F y del lado de Tejero”.

Los que tenéis de 45 años para abajo conocéis el hecho porque en cada aniversario se recuerda y porque ya se estudia en los colegios, pero no os podéis hacer una idea de lo que supuso para el país: Eran las 6.30 de la tarde del 23 de febrero de 1981. Se estaba retransmitiendo en directo por la radio desde el Congreso de los diputados la investidura del nuevo presidente del gobierno cuando de repente se oyen disparos de metralleta y una voz que grita: “quieto todo el mundo”. A medida que se fueron sabiendo detalles el susto inicial se fue convirtiendo en miedo y cuando se supo que era un golpe militar el miedo pasó a ser pánico. Los más mayores ya decían: “Así empezó la guerra del 36”.

El país aquella noche no durmió; sin embargo, Alberto y sus compañeros soldados parece que lo vivieron casi casi como una excursión. Había tal contraste entre lo que yo viví y lo que vivieron ellos, que le he pedido a Alberto que recuerde y escriba su versión. Por dos razones: Primera porque alguien de nuestro pueblo ha vivido en primera persona un hecho histórico. Y en segundo lugar para que los varones de las generaciones posteriores entiendan y valoren el paso adelante que dio nuestro país eliminando la mili.  Desde marzo del 2001 los hombres ya no están obligados a ser soldados. Ahora el ejército es una opción profesional que tanto hombres como mujeres pueden elegir libremente.

Porque de eso va el que Alberto se viera implicado en el golpe de estado. Estaba haciendo la mili en la División Acorazada Brunete, la principal protagonista del golpe.  Los mandos militares planearon el golpe y se llevaron a sus soldados sin información ninguna de donde iban ni a qué iban. Su testimonio pone de manifiesto que la obediencia ciega es un ingrediente básico en el ejército y que tiene su lado negativo cuando unos “iluminados” se creen con el derecho a cambiar lo que el pueblo por votación ha elegido.

Una de las escenas que explica y que más le impactó fue la protagonizada por Fraga: Fue a eso de las nueve de la mañana. Me encontraba en ese momento justo debajo de donde hablan sus señorías cuando suben al estrado, y a Manuel Fraga no se le ocurre otra cosa que levantarse y decir que él se marchaba que le dejaran salir, un momento de gran revuelo y un soldado estorbando. Cómo suenan los cerrojos de las armas en ese hemiciclo no se olvida”.

Al final de su relato saca esta conclusión: “Para la historia aquellos más de cien soldados sólo fuimos como el decorado de una película de Berlanga”. Y yo añado: Líbrenos Dios de los iluminados que convierten el destino de todo un país en su proyecto personal.

23 F Crónica de Alberto

 

PD: No veo necesario extenderme en los hechos que se fueron sucediendo en apoyo al golpe de estado en los diferentes puntos de España porque están a disposición de todos en internet.

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